El sueño en la vía del tren

Escuchando aquella canción que tanto le gustaba, él le preguntó por qué era su preferida. Ella, en un ataque de debilidad de su pasado, esta vez no utilizó la palabra agua para evadir el tema, como hacía continuamente ante cualquier asunto que rozase de alguna manera su pasado, y se lo explicó.

Le comentó un sueño que tuvo hace muchos años, donde, en medio de una vía del tren desierta, sin edificios, ni montañas, ni bosques, nada; soñó con un chico que veía de espaldas. El viento azotaba suavemente una ancha camisa que ondeaba en un movimiento serpenteante en su cuerpo. Los brazos los tenía cruzados, no en una posición de dureza o enfado, sino como abrazándose por el frío que sentía. Recordaba perfectamente que, como si de una película se tratase, escuchaba de fondo esa canción, Torn, acompañando la sensación de soledad del sueño.

Era tan fuerte ese sentimiento que, cuando se despertó, se dio cuenta de las tímidas lágrimas que había posado suavemente en la almohada y sintió la sequedad de la sal de esa lágrima que hacía tiempo se desprendió de su ojo, mejilla abajo, como la prueba irrefutable de un dolor que había sentido, pero del que no se acordaba.

Le impactó tanto ese momento que cada vez que escuchaba la canción, su cuerpo reaccionaba con una mezcla de emoción y melancolía que le hacía sentir… viva.

Mientras le explicaba esa historia, ella sintió que él podría haber sido ese chico que soñó en un tiempo tan lejano. Idea que era absurda porque fue hace más años que los que una década puede contener, porque fue en un país con un océano por medio, porque fue en una vida de la que no queda absolutamente nada. Claro que no era él… pero sintió que, si alguien en este mundo podría llegar a serlo, sin duda sería él. El chico solitario en esa vía del tren.


Pedacito de mentira extraido de la revisión de «Mentiras que dan magia»

Autor: javiergarrido

Nací en Barcelona acabando la década de los setenta. Médico de vocación, me quedé en primero de enfermería y, para quebrar la poca coherencia que gasto, al final acabé cursando Psicología. Tras unos primeros años de psicoterapeuta (disculpadme, queridos pacientes, cualquier mal irremediable que os haya podido causar) decidí cambiar de profesión, sólo por la noble prespectiva de conseguir dinero, ya que la psicología no me daba ni para el traje que vestía. Y en esa búsqueda del empleo perfecto, trabajé en cosas tan dispares como la hostelería, comercial y recursos humanos, hasta que los ceros y unos aparecieron en mi vida y me centré de lleno en la consultoría informática, profesión de la que llevo disfrutando los últimos 9 años. Vivo desproporcionadamente feliz con mi mujer, a quien conocí un día antes de cumplir la mayoría de edad. Tengo dos hijos tan extraordinarios que si los quiero un poco más paso a desquererlos. Compartimos techo con una tortuga increiblemente escandalosa y nuestra perrita, Dama, que es mi herramienta de trabajo literario, ya que las historias que escribo nacen cuando ella me saca a pasear. Como padezco de incontinencia imaginativa y mis dos hijos ya no requieren tanto de mi tiempo, he empezado a escribir. Ya tengo finalizada mi primera novela, “Mentiras que dan magia” (en proceso de corrección), planificando la segunda “Claustrofobia” (título provisional) y soñando con la tercera, cuyo nombre nonato todavía no conozco. Siendo coherente con mi incoherencia, mis pasiones son los libros y los videojuegos. Me encanta cocinar, pero comer no tanto. Una gran película que veo en bucle es Love Actually y soy fan del género Zombie. Mi actividad deportiva ideal es hacer running con una mochila en la espalda, llevando o trayendo libros de la biblioteca. La gente que no me conoce me dice que soy una especie de showman, pero quienes me han padecido muchos años tienen que sacarme las palabras por lo reservado que soy… Hasta ahora os he contado cosas de mis estudios, mis trabajos, mi familia y mis hobbies. Aunque he de confesaros que yo no soy nada de eso. Llevo conociéndome ya 40 años y sigo sin saber quien soy y, sinceramente, creo que tampoco me interesa. Si alguien logra averiguar quien soy, que me explique, estaré encantado de conocerme.